En el cristianismo, Dios es la entidad que creó y que mantiene el Universo. Dios es trascendente (independiente y distinto del universo material) e interviene activamente en el mundo.[1][2]
La mayoría de los cristianos creen en el dogma de la Santísima Trinidad. Según esta doctrina, Dios se ha manifestado y se manifiesta en tres personas diferentes, pero que comparten la misma sustancia de Dios: Como Padre, como Hijo y como Espíritu. Al Dios Trino se le conceden diferentes atributos, entre ellos el amor, el más importante de todos (1 Juan 4-8 y manifestado así por Pablo en 1 Corintios 13 ), la omnipotencia, la santidad, la Verdad (Juan 14-16), la justicia y la fidelidad.
Los cristianos creen que Dios es espíritu,[3] no creado, omnipotente y eterno. El Creador y sustentador de todas las cosas, que rescata al mundo a través de su Hijo, Jesucristo. Con este plano de fondo, la creencia en la divinidad de Cristo y en el Espíritu Santo está expresada como la doctrina de la Santísima Trinidad,[4] que describe una única "sustancia" divina ya existente como tres personas distintas e inseparables: el Padre, el Hijo (Jesucristo), y el Espíritu Santo.[5] De acuerdo con esta doctrina, Dios no está dividido, en el sentido de que cada persona tiene un tercio de todo, pero antes, cada persona es considerada como siendo plenamente Dios (Pericóresis). La distinción reside en sus relaciones.